viernes, 16 de mayo de 2008

LA RECOMENDACION

Mi mujer y yo con Marcelo, camarero incansable de La Troya en Trujillo
Comer en La Bruta, comer en La Troya
Análisis comparativo de los dos restaurantes extremeños más famosos por sus comidas pantagruélicas, situados en Torrecilla de los Ángeles y Trujillo


En La Bruta y en La Troya, primero disparan y después preguntan. Usted llega, se sienta y antes de que pida por esa boquita tiene la mesa repleta de manjares exquisitos y, lo más llamativo, gratuitos. Porque hay restaurantes donde te cobran seis euros por un cubierto consistente en unos pedazos de pan y unas aceitunas y en Portugal se estila lo de ponerte un paté de sardinas, una porción de mantequilla y una tarrina de queso fundido sin que la pidas y te soplan cuatro euros como poco. Pero en los dos restaurantes que hoy visitamos todo es honrado, todo es casero, todo es sabroso, todo es abundante... La Troya está en la plaza Mayor de Trujillo y toda España la conoce. La Bruta se encuentra en la calle General Varela de Torrecilla de los Ángeles, a un paso de la plaza principal del pueblo, y es menos famosa, aunque quien come allí no lo olvida jamás.

La Bruta en realidad no se llama así. Su nombre oficial es La Herradura, pero comes tanto y tanto que en los contornos de Gata y Hurdes, en Plasencia y en los círculos avisados de la capital se le ha puesto ese mote como símbolo de inmensidad gastronómica. Y es que en La Herradura, no te has sentado y comienza lo hiperbólico.


Morcillas y langostinos

Llega la señora con cestas de pan de pueblo, llega su ayudante con bandejas de cabecero de lomo, con platos de chorizo rojo, con pedazos de queso blanco, con lonchas de queso curado... Y las fuentes de morcillas guisadas, y los platos de langostinos a la plancha, y los cuencos de pollo al ajillo, y los platillos viciosos de croquetas caseras de bacalao (¿qué croquetas!). Cuando aún no has salido de tu asombro, te colocan las botellas de vino, las de gaseosa y las de agua mineral, te desean buen provecho y empieza el festín. Tú no sabes qué hacer con todo aquello, pero comes hasta que regresa la señora, te anima, te dice un par de gracias, te piropea y te recita los primeros platos.

A esas alturas, si ha escogido usted La Troya, la situación es parecida. Los camareros, nada más acomodarte, te han puesto botellas de gaseosa y de vino tinto de Miajadas que se puede beber, unas tortillas de patata, una fuente de ensalada y platos de chorizo ibérico. Pero habíamos dejado a la señora en Torrecilla recitándonos los primeros. A saber: garbanzos con marisco (la especialidad), judías verdes guisadas, patatas a la riojana, paella, ensalada tropical... En La Troya se repite la escena: macarrones, sopa de marisco, judías verdes con jamón o alubias con chorizo y morcilla.

Los pedidos llegan en cazuelas y perolas para que el comensal se sirva cuanto guste, hasta reventar si es necesario. Pero teniendo siempre en cuenta que falta el segundo plato y que su contundencia es proverbial. Así que va menguando el condumio de las ollas y de nuevo tenemos aquí al servicio en busca de la comanda, recitando versos con enjundia y condimento.

Raciones

«Orejas a la plancha, merluza frita, fletán rebozado, lengua estofada con patatas fritas, ternera guisada o pollo asado», ofrecen en Torrecilla. «Caldereta de cordero, merluza a la romana, filetes de lomo, pollo al ajillo o bacalao rebozado», proponen en La Troya. Las raciones no tienen medida porque no llegan platos, sino bandejas rebosantes. Todo el mundo come de todo y el festín es pantagruélico.

Para endulzar, tartas, flanes, mousses y 'pijamas' en Torrecilla; frutas, helados y flanes en Trujillo. El café de puchero, el limoncello... ¿Recomendaciones? Las croquetas, las morcillas, los garbanzos y el fletán de La Herradura y las tortillas y la caldereta de La Troya. ¿La dolorosa? En Torrecilla de los Ángeles, 14 euros por todo. En Trujillo, 16. Y no faltan la gracia ni la jarana. La jefa, en Torrecilla, acude a cada rato a jalearte la gula para que venza a la prudencia. También te cuenta que el restaurante lleva abierto casi 20 años, que antes era sólo bar, que los fines de semana y en verano está hasta arriba y entre semana acuden a comer obreros de la zona.

Noticia extraida de Hoy.es.

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